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PACIFIC RIM

 

  A Guillermo del Toro todas sus fantasías, sueños y obsesiones le han cobrado vida en este cocktail de alto voltaje. El manga, los robots, los monstruos y los héroes de otro tiempo se mezclan con los fetiches y temas recurrentes en la filmografia de este simpático director mejicano. Sus films se dividen en los personales y los megablockbusters. La casualidad ha hecho que los primeros sean de su etapa mejicana y española, y sean sus mejores films. Los megablockbusters, pertenecen a su periplo en Hollywood, y la verdad, en este deja mucho que desear. Del Toro es un director con un imaginario soberbio y rico en matices. "Cronos", "Espinazo del Diablo" o "El laberinto del Fauno" son ejemplos de estupendas historias fantásticas con personajes variados y complejos. En sus proyectos americanos, a del Toro le toca bailar con la más fea y reduce su imaginación hasta límites insospechados, como el caso que nos ocupa. "Mimic" fue una apuesta a medio gas, "Blade II" un intento de darse un nombre en la meca del cine y "Hellhoy", la primera pues la segunda es caer muy bajo, la única perla americana.

 

  Con "Pacific Rim" vuelve a pasar lo mismo. Personajes planos y superficiales, historia rocambolesca y anodina y un intento continuo de mostrar más que nadie la escena más increíble rodada. Pero todo queda en un mensaje infantil y alejado del director que inquietaba nuestras pesadillas y sueños más oscuros.Lejos han quedado los días en que su nombre se ligaba a un mundo más allá de lo creíble, a un universo fantástico y personal. Casi, se podía decir, era nuestro Tim Burton hispano. Pero en este film deja que su mundo personal se desvanezca sin remisión. Ha mezclado diversos fetiches de su cosecha, filias y gustos muy variados que crean un cocktail imposible de digerir.

   

   El manga, los monstruos gigantes y referencias a su musa personal H.P. Lovercraft, los cuentos medievales de caballeros contra dragones y el gusto por destruir ciudades, hacen de "Pacific Rim" una película que expone muchas direcciones y que no toma ninguna. Deja que la historia se pierda sin remedio, que sus personajes sean más marionetas que los robots que dirigen y que el desarrollo de la trama sea por momentos tan insulso y carente de emoción que deja al espectador sumido en una sensación de estupefaccion infantil. Técnicamente, la película es soberbia, efectos visuales muy logrados y estilo de acción trepidante, pero con sólo esto no consigue construir el universo personal al que nos tiene acostumbrados. Sólo en la escena flashback, en la que conocemos a la protagonista en su infancia, durante un combate en Japón, Del Toro aporta esas dosis de cine fantástico que tan grande le han hecho. Esa escena mantiene un nivel y ambiente digno de una película de terror, gracias sobre todo, con la aportación de la niña que sufre la soledad de enfrentarse al monstruo entre las ruinas de la ciudad, hasta que aparece su héroe salvador a lomos de su robot. Las películas kaigu (de monstruos en Japón) son las predilectas en la vida del director mejicano, y junto a sus actores fetiches (Santiago Segura y Ron Perlman) Del Toro no logra ni siquiera en esos momentos cinefilos, crear el estilo visual de su filmografia.

 

   Es como si hubiera renunciado a sus creencias cinematográficas en detrimento de realizar este mastodontico film de monstruos de otra dimensión, ha renunciado a su personal enfoque con tal de dirigir un blockbuster americano de palomitas y tarde sin agobios, dejándonos a sus fieles seguidores con cara de poker y un tufillo a engaño. La película es colosal en cuanto a dimensiones de monstruos, robots que luchan contra ellos, efectos especiales y un guión sin sentido y muy flojo, que hace pensar que estamos ante un episodio especial de los Power Rangers contra Godzilla ayudado por Mazinger Z y los Comando G. Todo un espectáculo que roza muchas veces el ridículo.

 

Que lejos quedaron los tiempos de Faunos, diablos y monstruos bajo la cama. Vuelve pronto mariachi. Este cocktail no tiene tequila.

Por Oskar C. Segura

 

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