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LA JUNGLA: UN BUEN DIA PARA MORIR

 

Como bien hace referencia el título, a John McLane le ha llegado la hora de morir. Me explico. La saga ha terminado por convertirse en una caricatura de sí misma, da por hecho que la empatia que sentimos por el personaje es válida para todo tipo de despropósitos, cabriolas en el guión y aberrantes situaciones.

 

   La trama es de por sí floja y metida con calzador. McLane esta mayor, y mucho, pero sigue en el cuerpo de policía. Se entera que su hijo ha sido detenido en Rusia y se presenta allí como un turista más para, de golpe y porrazo, ver a su hijo huir del juzgado entre disparos, explosiones y persecuciones alocadas por la autopista. Una autopista sin policías por cierto. McLane se queda como si nada cuando su hijo le dice que es de la CIA y que está envuelto en una trama de espionaje-político, pero Bruce Willis como si nada. Más explosiones y disparos, ahora en un hotel, la policía sigue sin aparecer. Un helicoptero lanzando misiles en pleno Moscú y más frases hechas, estilo marca e la casa de McLane. La policía sigue sin dar señales de vida.

 

   Así la primera hora, un cúmulo de tópicos y clichés que en anteriores entregas de la saga funcionaron, pero que en esta son una grotesca máscara que hace olvidar incluso que es una película de "La Jungla ". El guión brilla por su ausencia con fallos de transición entre escenas, dando por hecho que todo vale y que el espectador se tragará todas las fantasmadas posibles y más. Pues no, ésta vez no.

 

   La peor entrega de la saga, con diferencia. Frases pueriles y fuera de lugar, error. Un villano trasnochado que como otros muchos malvados hace su monólogo antes de acabar con el prota, error. Escenas sin sentido como la locura de la persecución en la autopista que sólo buscan el más difícil todavía, pero sólo consiguen que el espectador sienta una sensación de tomadura de pelo, error.

 

   Atrás quedaron los tiempos en que John McLane podía pasar como héroe de acción. Incluso Bruce Willis llenaba el solo los cines con su nombre. También el sello de John McTiernan tras la cámara se echa de menos y quién sabe si el resultado de esta quinta entrega hubiera sido otro. Otro factor negativo es el hecho en sí de la continuidad de la saga, cinco partes, lo que merma el factor sorpresa del público, la imaginación de los guionistas y la paciencia de todos. El porqué y el cómo de la trama es olvidado y sólo importa el acabado visual, que dicho sea de paso no acaba de convencer ni siquiera en las escenas de acción, que supuestamente son el plato fuerte de esta saga.

 

   McLane debe ser enterrado, esta entrega olvidada y por favor, que la gente no piense que en Moscú no hay policía. Igual no comen donuts, pero...¿ni un coche patrulla en 58 mins de explosiones y disparos? Ni en las películas de Roger Corman pasaba eso.

 

 

Por Oskar C. Segura

 

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